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Después de la tormenta, Winslow Homer (1899) |
Una vez corrí tanto, tan asustada, y tan rápido que el pecho se me abrió, se secó y dio paso al sabor metálico de la sangre en la boca. Corrí tanto! intentando no pensar en el dolor, una vez dejaron de arder mis piernas, dejé de sentirlas; una vez cesaron los golpes en la planta de los pies empecé a notar el clavar de los huesos en el suelo. Fui tan veloz que mis ojos se cegaron con las lágrimas. Corrí tanto que me ahogué y cientos de capilares rompieron en mis párpados y quedaron en ellos dibujadas sus trayectorias rojas.
Dejé de correr y caí al suelo, con la voz enmudecida reí, tosí, escupí sangre y saliva... tirada sentí mi pecho abierto como el de una nécora, mis ojos sólo vieron estrellas... intenté beber y vomité, intenté levantarme y caí...
1 comentario:
Nunca he corrido así pero soy superfans tuya, tía.
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