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Música. Franz Von Stuck |
Si, llegó así, desmontando todo a su paso, revolviendo las costumbres, enmarañando delicadamente nuestras vidas, de una manera tan cautivadora que no fuimos conscientes hasta que se fue, de lo difícil que nos iba a resultar desenredarlas.
Se hizo imprescindible sin que lo notáramos, nos hizo vibrar recordándonos que todavía estamos vivos, mostrándonos los colores de las cosas como si nos descubriera el technicolor tras una larga, triste e inconsciente etapa en blanco y negro.
Nos mostró el olor de las flores, que ya teníamos olvidado; el tacto de la tierra mojada; el parpadeo de las luces de la ciudad en las noches calurosas de agosto, que, según decía, no era muy diferente del oscilar de las estrellas.
Aprendimos a valorar los momentos felices, aunque fueran un instante; la confianza que se gesta con la fraternidad, y sobretodo, la certeza, la fe, que quedó tatuada en nuestros corazones, que mientras estuviera ahí, no volveríamos a estar solos y desamparados.
Nos dejó el reflejo de la vida en los ríos remansados y nos enseñó las similitudes entre los pequeños zapateros y nosotros: unas leves gotas de aceite los mantienen livianos sobre el agua, sutiles, etéreos, pero muy vulnerables a las criaturas subacuáticas.
Nos enseñó a mirar de frente al viento, levantar la cara con arrogancia hacia el sol y respirar profundamente, porque, decía, esa es la única manera que tu corazón sonría y la vida brote por todos los poros de la piel.
Pero se fue, como llegó, de una manera fugaz y traumática. Dejándonos abandonados, solos… pero, eso si, un poco mas sabios. Con una perspectiva de la vida diferente.
Ahora oímos las hojas de los arboles desprenderse y caer, disfrutamos de los diferentes matices que la luz proyecta contra el suelo cuando se cuela entre las agujas de los pinos, nos sentimos dichosos por percibir como el mar arrastra los granos de arena en la orilla y disfrutarlo como un espectáculo…
2 comentarios:
Mola miles.
me gusta que te guste...
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