jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz año nuevo a todo el mundo

Os felicito el año con una foto.
Es el señor Buxter, el protagonista de mi película favorita, El Apartamento.
El año comenzó con uno de los peores días de su vida, pero como buena peli de Wilder el marcador da una vuelta y, este dia supondrá un cambio crucial en su historia.
Quien quiera saber más y no la haya visto, que lo haga.


El Apartamento (1960)

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El bar en el que estaban todos muertos o como nos fuimos by the patilla


Hace unos años nos fuimos a pasar la Semana Santa a Bilbao y la verdad es que nos lo pasamos teta. Caeré en los convencionalismos típicos de que la gente es maravillosa, la comida es espectacular y los paisajes son de cuento, pero en este caso, así me caiga una caca de gaviota en el cogote cuando ponga los pies en la calle mañana a primerísima hora que es verdad de la buena.  
Jack Torrance con su camarero fantasma
Uno de los días, el sábado, decidimos ir en coche de Bilbao a Donosti dando toda la vuelta por la costa, parando a comer, a conocer algún que otro pueblo, lo típico. Esa mañana nos levantamos muy temprano, tanto que no teníamos ni ganas de desayunar, así que, decidimos parar por el camino en cualquier bar al lado de la carretera. Parecía increíble, pero no encontramos ni un solo bar abierto, los pocos que había estaban cerrados a cal y canto. Entonces, de camino, a mano izquierda, descolgado frente a un acantilado de esos tan bonitos que hay por la costa cantábrica adelante, lo vimos. 
Era un edificio de planta baja, color rosa, formado por dos locales. Uno de ellos estaba abandonado, con las ventanas y puertas tapiadas con chapa. Los toldos eran de esos rígidos que no se recogen nunca, ya solo les quedaba el armazón, la lona estaba hecha jirones que ondulaban como banderillas. El local de al lado si estaba abierto, tenía el cartel de marisquería con el rótulo de cocacola, y la verdad, si no fuera porque me moría con el hambre no hubiera entrado allí jamás. Cuando abrí la puerta y puse un pie dentro del local ya me estaba arrepintiendo, la suela de mi bota se quedó pegada al puto suelo.
El interior del local no era mejor que el exterior, la fachada  que daba al acantilado tenía unos vidrios enormes que ocupaban toda la pared. Fue entonces cuando reparé que era un edificio de madera, de estrechos listones pintados con pintura plástica. Estaba lleno de pequeñas mesas para cuatro, con hules de cuadros rojos y blancos y unos pequeños jarrones con flores de plástico en el centro. A mi me recordaron a los jarrones de las tumbas que nadie va a visitar. 
En una de las mesas del fondo, al lado de la ventana, había una señora con el pelo blanco, y muy maquillada, entradita en carnes y en años. Tenía ante si una copa llena de agua y ni nos miró al entrar. Estaba mirando el mar tiesa como un palo y sin parpadear.
Había un olor a fritanga asqueroso y el suelo estaba como si llevaran una semana sin barrer.
En la barra había un camarero que era una mezcla entre Cantinflas y Cañita Brava, vestido con uno de esos uniformes anacrónicos con pajarita y camisa cruzada blanca. La verdad es que nos atendió con mala cara, como si molestáramos y no nos dirigió la palabra. Le pedimos dos cafés con leche. Carlos fue al baño y yo me quedé sentada en la barra, se me revolvió el estómago cuando vi que entre el expositor de comida vacío y el borde de la barra con una moldura de tope había una cantidad de grasa y porquería que ni con las mezclas de zorca, lejía y amoniaco de mi madre saldría (rasqueta incluida).  El camarero puso los cafés en un equilibrio inestable encima del expositor de vidrio… cuando veo que la taza y el plato de los cafés son de color castaño oscuro por poco me da un chungo. El caso es que, yo, mi café, ni lo toqué… y menos después de ver la cucharilla llena de mierda.
A todo esto, el bar estaba en completo silencio hasta que un camionero que había aparcado minutos antes, entró en el bar y empezó a hacer sonar la tragaperras. Parezco una exagerada pero de verdad que el sitio metía pánico, yo también me estaba meando pero no me atreví a ir al baño. Solo quería irme de allí. La vieja disecada, la mierda por todas partes, el olor a fritanga, el camarero diabólico…
Cuando salimos del bar nos subimos en el coche y salimos pitando. Estuvimos en silencio un buen rato hasta que comentamos la jugada y los dos llegamos a la conclusión única y verdadera de que estaban todos muertos, eran fantasmas de otro tiempo y seguramente el bar-marisquería llevaría cerrado mucho tiempo.
A veces lo recordamos y siempre decimos que tenemos que volver, a ver como sigue, si está cerrado o si la señora sigue con su copa enorme llena de agua.

Miss Angustias y el autómata con música

Los que me conocen bien saben que siempre he sido una hipersensible, un bicho pasional que vive en una montaña rusa de sentimientos y estados de ánimo. Cuando estoy feliz me como el mundo y siento como si el pecho me fuera a estallar. Soy la reina de las canciones estúpidas y los bailes horteras, hago toneladas de galletas y bizcochos, no dejo de reir aunque lo que me provoque risa no tenga puta gracia, todo es de color de rosa, mis ojos brillan como estrellas y tolmundo er güeno. Pero también es cierto que esos días los termino con un enorme e insoportable dolor de cabeza y pensando lo poco que me soporto a mi misma. Luego está el extremo opuesto en todas sus variantes que van desde el bajoncillo con el que me quedo sentada en el sofá todo el día sin abrir la boca, hasta mi identidad oculta, aunque sobradamente conocida que es supertachycardiawoman o miss angustias.

Cuando era estudiante en Santiago, casi siempre tuve horario de tarde en la facultad lo que me llevó a  una vida bastante desordenada en lo referente a horarios, comidas, etc... y yo, que siempre he sido un animal de costumbres mas bien tirando a lo cuadriculado, este caos me provocaba unos cuantos bajones, que unidos a la malaostialidad que se apoderaba de mi ser cuando una compañera de piso intentaba envenenar a otra (cierto y verídico, aunque eso ya es otro cantar), me hacían bajar a horas intempestivas a caminar. Porque yo siempre he sido de caminar, de liberar la mente y ordenar las ideas quemando zapatilla, y la verdad, Santiago, otra cosa no, pero a callejear siempre invita. Además es una ciudad muy segura, podría compartir con NY el título de “Ciudad que nunca duerme” porque siempre hay gente en la calle.

Autómata escritor
Una de esas veces de rayada, la razón la recuerdo pero prefiero olvidarla, rúa do Vilar arriba, en un escaparate de una tienda de antigüedades que desgraciadamente ya no existe, me encontré con un pequeño ser que me fascinó. Estaba colocado en la oscura parte baja del estrecho escaparate, a la indigna altura de los pies de los caminantes. Se trataba de un pequeño muñeco que representaba la imagen de un bebé. Unos pocos rizos rojizos de pelo natural le caían por la cara, aunque la cabeza estaba ampliamente despoblada. Cada párpado contaba con 3 pestañas. Le faltaba un ojo y el otro estaba hundido dentro de la cuenca, esto unido una estraña sonrisa que dejaba ver dos dientes, le daban una apariencia bastante siniestra. El muñeco estaba desnudo pero quedaba claro que había sido fabricado para llevar ropa, ya que estaba articulado, y su cuerpecito tenía aspecto de máquina (excepto en las manos, pies y cabeza). Estaba colocado dentro de una caja de vidrio con un marco dorado un poco barroco, el fondo estaba decorado con flores secas, hojas y pájaros fabricados con plumas de colores. Sobre la caja ponía “Autómata con música, S. XIX”.

Cuando de fijé en el por primera vez me llevé un susto de esos que te hacen sudar tres litros y vibrar los tímpanos, uno de esos sustos que recuerdan a la sensación inmediata a que la esteticien te pegue el tirón de cera en la parte de la pierna próxima al tobillo.  No fui capaz de mirar al bicho por segunda vez inmediatamente. Me tomé mi tiempo, miré la farola de la calle, respiré hondo y volví a mirar con terror aquel invento del diablo. Y de verdad que el pavor pasó a la fascinación. A partir de aquella noche y cada vez que pasabamos por delante de esa tienda, me empeñaba en ver el autómata con música, y así casi todo el año. Carlos estaba frito! Los que me conocíais ya en aquella época os acordareis de la lideira con el autómata... aaaains! Como me hubiera gustado comprarlo...

martes, 28 de diciembre de 2010

Con mi Moleskine en el bolsillo


Mis diarios
Siempre fui mucho de escribir las tonterías que se me vienen a la cabeza, impresiones sobre la gente que me rodea, recuerdos, sentimientos… A veces esos pensamientos llevan papeles de colores pegados en las esquinas, partituras, fotos o dibujos. Me encanta hacer collages. A veces un collage dice más que tres páginas de palabras amontonadas intentando expresar un sentimiento. Para hacerlos, colecciono blondas de pasteles, papeles de estraza, de regalo, periódicos en idiomas que no son el mío, catálogos de ropa, mariquitas  recortables de esas que vistes y desvistes, láminas de animales y plantas, cintas de colores, lazos, puntillas… Por otro lado las líneas de un dibujo me traen a la mente lo que estaba sintiendo en el momento de trazarlo.
Tengo diarios desde los 14 años, y no se si son una ventaja (es muy simpático leer lo que se me pasaba por la cabeza el primer día de instituto) o un inconveniente (me los tengo que llevar conmigo a la tumba ya que no me haría gracia que nadie los leyera). He pensado en quemarlos la noche de San Juan o enterrarlos en una caja en el monte (sería tan romántico!), o simplemente tirarlos al contenedor del papel hechos picadillo. Pero me daría pena, son muchos los personajes que pasan por sus páginas, momentos muy felices y  otros que pondrían colorado a cualquiera, pero al fin y al cabo es mi vida.
En Areamilla
Hace unos años una amiga me dio un block con las tapas de cartulina negras y hojas microperforadas. En la trasera estaba grabada la palabra MOLESKINE. Ese fue uno de los encuentros más felices de mi vida. Para quien no lo sepa, las Moleskine son unos blocks que llevan una goma sujeta en la trasera para poder cerrarla y que permanezca abierta sin cerrarse. En esa misma tapa trasera por la parte interior lleva un bolsillo, que en origen, era para guardar el pasaporte, ya que según cuenta su historia fue concebida como libreta de viaje. Se dice que eran las libretas de apuntes de personajes como Picasso, Matisse o Hemingway, entre otros. Soy una enamorada de las Moleskine y las colecciono. Hay varios modelos y tamaños, el espesor del papel varía desde el fino papel satinado y ligeramente amarillo hasta el de bocetos con un gramaje que permite utilizar la acuarela o la tinta. Moleskine fabrica agendas para todos los gustos, rígidas, blandas, semanales, diarias, etc. Tienen libretas de ciudades en las que te facilita la visita a cualquier gran ciudad del mundo en las que incluye hasta un callejero con una página de acetato en la que podrás trazar una ruta por sus calles.
Tipos de Moleskines
Recomiendo una visita por su web en la que, además de ver las variedades, hay un apartado mymoleskineartworks en el que la gente publica sus trabajos en estas libretas. Y si no teneis ni idea de que regalar por reyes este es el típico regalo con el que no se falla nunca.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Sobrevivir a los tiempos de crisis

Creo que todos sabemos de que estoy hablando cuando menciono ese día en que vas al cajón de la ropa interior y descubres que tienes calcetines sin pareja, bragas estiradas, camisetas que no hay manera de borrarles las manchas, medias gastadas por el talón y te dices a ti misma “porque vivo con un chico, sino juraría que me roba los calcetines, se pone mis bragas y me estira los sujetadores”. Es entonces cuando tienes que ir a hacer la apasionante compra de básicos e interiores…
Ahora que estoy en el paro tengo que mirar más los dineros que me gasto por lo que  el otro día, aprovechando que andábamos por Coruña, nos acercamos a Primark a cheirar. Tiene fama de barato, así que decidí olvidarme de mi ropa interior de Women´secret pues no está el horno para bollos de canela, a ver, que tampoco uso La Perla, pero bueno, todo cuenta. 

Primark de A Coruña
 Al llegar, en la puerta había un montón de seres humanos de sexo masculino con caras largas esperando por sus patenaires. Era como una manifestación, como una concentración protesta contra algo injusto y terriblemente triste. Ese fue el momento en que estuve tentada a irme por donde había llegado, apiadándome de mi novio que tenía esa mirada de terror que solo veo en las rebajas de enero. Pero no, me planté frente al mogollón, cogí aire, hice crujir mis nudillos apretando una mano contra otra, agarré una bolsa y entré. Bueno, me peleé con hordas de chonis adolescentes enfurecidas, pero mereció la pena. Al cabo de una hora ya estaba fuera tomándome una cocacola, ojiplática, con el ticket de compra en la mano. Había gastado  casi 60€ y llevaba dos bolsas enormes a reventar. Se que la calidad no es la misma, pero por si alguien le interesa la comparación, me dio por echar cuentas de lo que me hubiera costado esa compra en las tiendas habituales y esto fue lo que descubrí:

Primark
1 Bufanda 3€----------------------Bufanda Sfera del año pasado 15€
1 Bufanda 3€----------------------Bufanda Sfera del año pasado 15€ 
5 pares calcetines 10€-------------5 pares de calcetines H&M 9,95€
5 Bragas 5€-----------------------3 bragas básicas Womensecret 12,95€
5 Calzoncillos 5€------------------3 boxers H&M 9,95€
1 funda neopreno pc 5€-----------1 funda 16€
1 chaleco acolchado 8€-----------1 chaleco en Zara 24,95€
1 diadema tocado 3€--------------1 diadema H&M 6,95€
1 camiseta térmica 10€------------1 Camiseta térmica Decathlon 14,95€
1 zapatillas 2,5€-------------------1 zapatillas en natura el año pasado 15€
1 zapatillas 4€---------------------1 zapatillas Zara hombre 19,95€
Total: 58,5 €                                  Total: 160,95€

Que sí, que ya se que la calidad no es la misma y que el diseño deja bastante que desear, pero bueno, para quien lo quiera, ahí lo tiene, en el CC Dolce Vita en el polígono de La Grela muy cerquita de Ikea, donde te dan mas de lo mismo.

Amando a Samuel Smith

Me gusta probar cervezas nuevas. Echarlas poco a poco, viendo como se va formando ese dedo de espuma  que llega al borde. Acercar la nariz a la copa y percibir el aroma a lúpulo. Luego viene el primer trago que es el más rico. Aunque soy muy fan del bigote blanco de la Guinness, también me gusta lo nuevo, las primeras impresiones. Dar un pequeño sorbo, cerrar los ojos y dejar que la cerveza marque su huella. Me gustan las cervezas que llenan la boca, las que dejan que su sabor perdure durante bastante tiempo después de haberlas tomado, las comparo con un bistec, alimentan. Hay que vivirlas, disfrutarlas con cariño, poco a poco.
Taddy Porter
 Hace un par de meses, fuimos como cada sábado a la cervecería Papillon, en la calle Magdalena, 114, en Ferrol. Es una cervecería especializada en cervezas de importación, la decoración del local íntegramente en madera, evoca el Ferrol modernista de los años 20, taburetes Tonet, flores entrelazadas talladas en madera, cintas Secession, vidrios tiffani, celosías con motivos vegetales, etc. Es un local cómodo porque te puedes sentar en uno de sus bancos vagón y aislarte del resto del mundo, solo prestando atención a la música, tu cerveza y la buena compañía. Suele sonar buen rock&roll. Me gusta sentarme allí y dejarme aconsejar por el buen criterio de los camareros. Uno de ellos, un irlandés amante de la avena Quaker (hecho que nos une) me recomendó la Samuel Smith Taddy Porter. Gloria bendita. Es una cerveza negra, de sabor fuerte, que llena la boca y llena de matices. Deja un sabor en la boca que a mi me recuerda al aguardiente. La etiqueta nos cuenta que fue la primera cerveza londinense fabricada comercialmente para los porteadores del Tamesis. Ellos la encargaban, la consumían y la bautizaron. Estuvo cerca de 50 años sin fabricarse, hasta que en 1979 volvió a escena.
Imperial Stout
Pero si la Taddy es una de las mejores cervezas que he probado, su hermana Imperial Stout me deja sin palabras. La botella nos cuenta la historia de esta variedad, por lo visto era la cerveza que se consumía en la corte del Zar, su alta graduación se debe a que tenía que ser transportaba por las aguas heladas del Báltico. Para saborearla mejor, es aconsejable tomarla con el estómago lleno. Es negra, su olor es muy próximo al regaliz y al chocolate y el sabor fuerte de la malta tostada.
Bueno, recomiendo el Papillón, aunque sea para tomar una estrella y recomiendo las Samuel Smith, aunque aún tengo que probar la Oatmeal Stout y estoy segura que no me va a defraudar.