jueves, 30 de junio de 2011

La obesidad infantil

Cristo con San Juan y los Ángeles, P.P.Rubens (1602)
Una noticia publicada hoy en varios diarios me dejó bastante preocupada. Revela que casi la mitad de los niños españoles padece obesidad o sobrepeso. Pero lo que peor sabor de boca me dejó es que el perfil lo marcan niños de las familias más desfavorecidas. Yo no hago más que ver esta noticia como un síntoma más de la crisis.

Hace años, en la National Geographic, leí un reportaje que me heló la sangre. En uno de sus puntos trataba el tema de la obesidad, si, ya sabemos que los estadounidenses no son un buen ejemplo en cuanto a hábitos alimenticios, pero lo que realmente estaba denunciando era un tremendo drama. Cuando en 2005, el huracán Katrina devastó el centro y sur de los Estados Unidos, mucha gente se quedó sin nada. Así estuvieron (y están), esperando a que las ayudas llegaran. Mientras tanto sobrevivían como podían. Muchas familias se veían obligadas a sobrevivir alimentándose de comida basura, más barata y cargada de calorías vacías. Recuerdo una foto de una obesa familia afroamericana (minoría más castigada por este desastre) sentados en un desvencijado sofá entre las ruinas de lo que un día fue su hogar, comiendo barritas de chocolate y patatas fritas.
Detrás de muchos de esos casos de obesidad de los que habla hoy el periódico, no digo que haya hambre, pero si comida de mala calidad. Porque 100 gr de chorizo, media barra de pan y una manzana para una merienda cuestan lo mismo que un paquete de pan de molde y un vaso de nocilla que duran una semana. O una chuleta con patatas cuestan lo mismo que un paquete de pasta y salsa precocinada que dura más.
El tabaco mata, pero la obesidad también. Los niños a los que se refiere la noticia tienen edades comprendidas entre los 6 y 9 años y a esas edades es cuando tu cuerpo define como va a ser tu constitución y el ritmo metabólico del resto de tu vida. Estos niños podrán padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, apnea del sueño, ictus, osteoartritis, algunas formas de cáncer, padecimientos dermatológicos y gastrointestinales.
Esto si es un problema señores del gobierno, y no le echen la culpa a la ignorancia de los padres (L. Pajín dixit), que estoy segura que prefieren darle a su niño un plato de frutas con cereales para desayunar que un bollo asqueroso fabricado a base de grasas animales y sucedáneo de chocolate.
Me pongo enferma…

sábado, 25 de junio de 2011

Vidas pequeñas

Arbustos, Van Gogh (1889)
Hacía mucho calor,  me senté en la piedra del lavadero y muy despacio apoyé mis pies en el fondo. Aún con todo el cuidado que puse, no pude evitar que el limo resbaladizo y suave enturbiara el agua. Cuando las pequeñas partículas de fango se hubieron depositado otra vez en la piedra, pude ver una familia de tritones intentando pasar desapercibida. Cerca de mis pies, donde los sillares habían quedado al descubierto, unos pequeños gusanos blanquecinos se retorcían exageradamente, imaginé que estaban protestando porque los había despertado de un sueño reparador quitándoles su mantita de limo. Debido al desuso de la construcción la mitad de su superficie estaba cubierta por lentejas de agua de un color verde intenso. Me entretuve un rato mirándolas, intentando separar visualmente sus hojas, pero al final decidí darme por vencida y concebir ese manto verde como un todo. Levanté un poco la vista, y del mismo color que las lentejas descubrí, no sin un pequeño susto, una mantis. Allí estaba, paralizada, al acecho de sabe dios qué. Junto con las libélulas me parecen los insectos más hermosos y elegantes.  Me cansé de mirarla, apenas se movía, saqué mis pies del estanque y me fui.
Cuanta vida descubrimos si nos fijamos bien y que entretenido es observarla.

viernes, 24 de junio de 2011

Anastilosis

Vienes con el corazón cimentado en ruinas, pero rehabiliatado.
No con una de esas espantosas restauraciones de vidrio y acero, sino con una de carne y sangre.
Y con esa bomba parcheada te lanzas a buscar otro corazón para que bombee tu sangre,
que sirva de marcapasos, que corrija esas arritmias monstruosas que te asustan tanto. 

Podrías haber volado más alto, pero eso no te permitiría ver el suelo.
De que vale perder la perspectiva?
Ser consciente de todas las cosas que te rodean pero no tener el menor control sobre ellas.

Buscas en todos los rincones, sumerges tus manos en el lodo y empujas hacia abajo,
hasta llegar a la superficie dura y llena de grava.
Te quedas ahí, notando como las lombrices se enroscan en tus dedos muy suavemente, pero no encuentras nada.

Eras un dios, un titán, un angel,
ahora eres como la Criatura, erigido a base de despojos que las alimañas han dejado,
te lo has buscado con cada puñalada.

La primera vez que me traiciones, será tu culpa; la segunda, la culpa será mía


Chismorreos, N. Rockwell (1948)

La gente se merece una oportunidad, o dos. Quizá vengan contándote cosas de los demás, que si no son de fiar, que si son unos falsos, que si a la mínima te la clavan.

Ok! Deja que me la clave, deja que me traicione, deja que atente contra el octavo mandamiento sobre mí… no se puede aprender en la experiencia ajena. Me niego, siempre lo he hecho, a prejuzgar a la gente. A veces me sale bien (la mayoría) y otras me sale fatal. Pero lo importante es no ser un cabeza hueca haciendo caso de las habladurías. Muchas veces he sido la única amiga de alguien, y eso me ha reconfortado. Otras veces me han manipulado, han tergiversado las cosas y por arrimarme a quién no debía he perdido a “amigos” pero lo he hecho por mi cuenta y riesgo. Sabía que podía pasar pero siempre tuve esperanza en que no ocurriera. Estoy harta de la gente que no para de hablar de los demás. De la gente que insiste en que no debes hablar-quedar-tratar con otra persona “por tu propio bien”. Una cosa si tengo muy clara, yo no me pongo los vendajes hasta que me hago una herida.

jueves, 23 de junio de 2011

Engranajes y muelles

La Petite Danseuse de Quatorze Ans. Degas (1881)
Motor de muelles  al que doy cuerda hasta que la manivela comienza a clavárseme en el dedo. Al principio el cilindro remachado gira descontrolado reproduciendo una música veloz y alegre, pero conforme van pasando los minutos el giro se ralentiza y las púas del cepillo tardan en desengancharse de los remaches y entonces es cuando entonan una musiquilla triste. Dicha musiquilla tiene una duración bastante mas larga que el desorden del primer momento. A veces cierro la tapa y coloco a la bailarina coja encima. Baila sin parar, con su tutú descolocado y su eterno rond de jambe. Se mueve como un fantasma sobre el cristal de espejo, una autómata que se desliza enajenada y frenéticamente. Pero es hermosa, a su manera lo es.  Me quedo escuchando, esperando a oír sonar la última nota, que es siempre la que queda sonando en los oídos.
Clin! Se acabó.

miércoles, 22 de junio de 2011

Mi mundo

Siempre he disfrutado de la soledad, no soy una persona que se aburra fácilmente, forzosamente he aprendido a estar sola conmigo misma. Quizá mi mundo interior sea un hermoso y extenso país, lleno de cosas por descubrir, o quizá sea todo lo contrario, y se trate de una diminuta república bananera, pero el caso es que nunca me canso de mirar hacia dentro. Veo cosas que me gustan, cosas que se han ido construyendo a lo largo de mi vida, mis padres me han hecho vivir la infancia más feliz que se pueda tener, siempre he sido una niña muy alegre y muy fantasiosa. Mas tarde mis amigos me han regalado una adolescencia llena de éxitos y buenas experiencias, en la que no recuerdo que fuera “una edad difícil”, y ya en mi llegada a la edad adulta, mi amor, con el que comparto mi vida desde que tenía apenas 20 años me ha proporcionado la seguridad y la estabilidad que todos buscamos.

Pero también las malas experiencias dejan huella. En ese mundo interior también hay delincuencia, frío, hambre… A veces, ese mundo crece, y crece tanto que empieza a salir hacia fuera, a invadir el exterior, como cuando cae un jarrón y el agua resbala por el suelo mojándolo todo, encharcando un perímetro en torno a mí. En ese momento es cuando empiezo a perder la perspectiva y me cuesta un esfuerzo titánico mantener una postura recta. Los livianos pensamientos que pasan como una ligera brisa de verano por mi mente, empiezan a tener peso, a soplar con fuerza y a venir acompañados de arena y polvo.

martes, 21 de junio de 2011

Luz de verano


Mi hermana, mi prima y yo.

 Y ahora vendrá esa pálida luz amarillenta que delimita los contornos y los hace brillar, esa luz vespertina que alarga las sombras hasta el infinito. Es la luz más mágica del año, me hace soñar. Me trae el recuerdo de la paja amontonada para el ganado y su olor dulzón.
El primer recuerdo que conservo es bajo esa luz, sentada en un campo, con la hierba dorada tan alta que lo único que veía era una pelota azul alzarse al aire. Recuerdo aquella tarde de verano cuando apenas tenía tres años y es el lugar a donde viajo cuando cuando necesito escapar sin moverme del sitio.

lunes, 20 de junio de 2011

Como una de esas personas que no me gustan


El hada ignorante, R. Magritte (1957)


 Una finísima linea de sol, cegadora; una división de seda arácnida, unos tapones de cera en los oídos... el verme de pasada en el espejo, sin fijarme demasiado. El escuchar solo lo que me gusta, el resto suena a ruido simplemente. No intentaré volver a hacer logaritmos, ni a estudiar latín. Ni me cortaré el pelo nunca más. Y caminaré por la sombra a mediodía. No volveré a exagerar, ni a adornar, ni a colorear los platos que cocino. Seguiré sin usar almohada ni pijama y seguiré caminando descalza.
Lo que no se ve no existe y yo no veo muchas cosas.

y qué?

sábado, 18 de junio de 2011

"Chi ha visto la bellezza con i suoi propri occhi e già nelle mani della morte..."

Muerte en Venecia, Luchino Visconti (1971)
Como quién lee un buen libro: la primera vez para probarlo, degustarlo; la segunda para diseccionarlo, la tercera para entenderlo, la cuarta para convertirlo en litúrgico y la quinta para disfrutarlo. Pocos volúmenes se ganan la honrosa gloria de acabar destrozados, sucios, anotados, doblados, estriados, despegados, pero guardados como oro en paño.
Hay películas que también nos dejan una impresión fuerte en la retina. La última que me dejó esa cicatriz y que estoy deseando volver a ver es “Morte a Venezia” de Visconti. Es poesía pura y dura… y Malher. Lo único que diré es que la escena final es la más hermosa que he visto en mucho tiempo. Siempre me había dado pereza ponerme a verla, es una de esas películas que tienes que “tener el día”, y el viernes pasado lo tuve. Pena no haberlo tenido antes.


Recomendada.

viernes, 17 de junio de 2011

Adiós!

Oía el crujir de la cadena de la bicicleta al pasar por los engranajes llenos de arena. Con el sol de frente y el aire abrasador quemando sus mejillas iba como cada tarde a refugiarse del viento en las rocas. Pero esa tarde era distinta. Esa tarde iba sola. Llevaba una gran sobrecarga granítica: una piedra en el estómago que se movía de un lado a otro hiriendo sus paredes; una piedra en la garganta que a penas le permitía tragar saliva, cada trago le hacía padecer un dolor indescriptible; una piedra sobre los hombros, que la hundía en si misma; una gran losa sobre el pecho que a penas de dejaba respirar.

Todo era él. Él que se había ido sin despedirse. El camino seco delimitado por gramíneas polvorientas era él. El mar azul destellante y cegador era él. Los cerezos inmensos, exuberantes, eran él. Cada piedra, cada bache, todo era él. Él.

Un golpe de viento levantó una nube de polvo forzándola a frenar la bicicleta. Con los ojos cerrados decidió no frotarlos con las manos, simplemente se abandonó al llanto. Y lloró, y lloró tanto que los ojos se le limpiaron. El llanto se transformó en hipo. Estaba tan agotada, cansada, exhausta, débil… podía sentarse allí mismo, en la cuneta, esperar a calmarse, fumar un cigarrillo, mitigar quizá el dolor lo suficiente como para volver a casa. Pero decidió seguir su camino, tenía que ir, porque allí se sentiría más cerca de él.

Castro e illa do Mourón. Ría de Ares
Al final del sendero se levantan los dos grandes montículos que conforman el foso la croa defensiva del castro. Un arrogante eucalipto, insolentemente descomunal había crecido envalentonado en el medio del foso cerrando casi por completo el paso. Alguien había colgado de una de sus ramas un cabo y de ese cabo un madero. Se bajó de la bicicleta y la empujó de mala gana a un lado, lanzándola con fuerza deliberadamente contra el suelo. El dolor estaba creciendo a pasos agigantados y la tristeza estaba replegándose dejando paso a la ira. Agarró el madero y escaló arrastrándose hasta la cresta del muro. Cuántas veces se habría columpiado en el castro? Los dos. Agarró la soga lo mas alto que pudo, y de un salto colocó el madero entre las piernas, sentándose sobre el. Cerró los ojos y se dejó llevar. El pelo se le apartaba de la cara para volver sobre ella violentamente, al compás del vaivén. Durante esos segundos la mente quedó en blanco, descansando, pero al final el trapecio se convirtió en el balancín de una decrépita mecedora. Y la pesadumbre volvió. Abrió los ojos y observó el enorme árbol, con la corteza agrietada y desconchada. Se preguntó cuántas veces se habían besado bajo su sombra?

Y de tanto mirar al árbol en el se dibujó una cara, y luego un cuerpo. Se acercó y lo vió allí apoyado, con una pierna flexionada y las manos tras la nuca. Sonreía como hacía siempre. Ella levantó una mano hacia su rostro y lo acarició. Entonces desapareció, pero esta vez para siempre.

martes, 14 de junio de 2011

Mímesis

Quien puede matar a un niño. N. Ibáñez Serrador (1976)

Con las manos llenas de tierra, las uñas negras,
la cara manchada por el polvo del camino.
El pelo enmarañado en una larga trenza deshecha de colas de ratón
y arrastrando los pies descalzos con la planta de carapa de pino
Los hombros despellejados por el sol
los ojos azul mar, el pelo amarillo paja
la piel marrón tierra…

viernes, 10 de junio de 2011

Lejos

E. Sedgwick
Con ellos mi alma volaba a lo mas oscuro de las miserias pero eran miserias tan humanas que no puedo dejar de amarlas. Esos trozos de vida, esos retales de los que no se puede aprovechar nada porque no casan, pero que nos regalan una hermosa colcha de patchwork. Esa gente a la que se le da desastrosamente mal el arte de vivir, que lo saben y lo sufren, que se anestesian para poder sobrellevar el dolor de esta vida que no comprenden. Esa gente que se apaga pronto y se va. Esos seres intensos que nos hacen vivir, a los que buscan los problemas, que los atraen como la miel a las moscas. Alguna vez se han cruzado en mi vida, más de una vez los he vivido, sufrido y disfrutado. Y me he despedido entre lágrimas. Sus locuras, sus pasiones, sus aspiraciones inalcanzables yo también las he vivido, aunque un poco apartada, desde mi perspectiva, en silencio, para no contagiarme, para no infectarme de esas ganas de vivirlo todo en un momento.
Ahora, en las viejas fotos que me llegan últimamente, veo caras que ya no están, veo otras que están pero ya no reconozco ni me reconocen. Gente a la que me unieron lazos más fuertes que el acero pero que ahora apenas dedico un pensamiento involuntario de vez en cuando. Se despiertan en mi interior sentimientos extraños, dormidos desde hace siglos y me veo más que nunca a años luz de aquellas caras.

Y después qué?

No nos gusta hablar de la muerte. Quizá sea porque nos pone tristes o porque llevamos el ancestral respeto a los muertos tatuado a fuego en los genes. Tal vez sea por no querer recordar el mayor de los dolores que sufre un ser humano, la perdida de un ser querido. El caso es que yo procuro hablar de los que se fueron, primero entre llanto con el pañuelo en la mano y luego poco a poco ganando la normalidad. Quizá sea una tortura para algunos, mencionar en voz alta a la persona fallecida, decir lo mucho que le gustaba esto o aquello, lo bien que cocinaba, lo buena persona que era, el genio que le salía a veces. Coger un álbum de fotos y recodar los buenos momentos… en resumen, no condenar al olvido a esas personas que fueron tan importantes en vida para nosotros. Me niego a que se me rompa el corazón al recordar a mis seres queridos, quiero hacerlo teniendo presente el inmenso amor que sentía por ellos y que su recuerdo me haga feliz. Por eso creo que es muy importante hablar de ellos y no evitarlos en las conversaciones. Desde luego no estoy diciendo que haya que revivir el momento mas doloroso una y otra vez, ni llevar las conversaciones hacia ese tema de manera obsesiva, solo estoy diciendo que hacer como si nunca hubieran existido es la peor de las soluciones para sobrellevar una pérdida.


Creo que la muerte forma parte de la vida, es una fase más, muy triste, y más si quien nos deja lo hace a destiempo, pero hacer de este hecho algo natural, nos ayuda a sobrellevarlo.

Mi pareja y mi madre que son como yo, no entienden de tabúes y con ellos llevo llorado más de un mar de lágrimas. Y gracias a esos mares que desahogan, hoy puedo recordar y ser feliz recordando.

jueves, 2 de junio de 2011

“Sí, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.”

Hopper. The Long Leg (1935)
Si algo tiene de bueno el no querer formar una familia tradicional, no tener propiedades (entiéndase inmuebles,  y muebles pocos y prescindibles), es que en cualquier momento, cuando tu vida no te guste, o te vaya algo mal, puedes reconfigurarla como te plazca. Como cuando deshaces un lego para volver a construir. Otra ventaja esta en que no tienes porqué dar importancia a las clásicas amenazas laborales ni a las presiones trabajiles. Y no es que esté falta de ambición, es que yo soy feliz con muy poco. Quien me conoce, lo sabe, y quien no me conoce y me lee, también. Una vez, alguien me contó, que para trabajar en unos grandes almacenes de sobra conocidos por todos, es necesario estar hipotecado. No es requisito indispensable, pero se valoraba muy positivamente. Imaginemos porqué.

Me gusta pensar que si algo va mal solo tengo que meter una maleta en el coche y buscarme la vida en otro sitio, hablo figuradamente, que no quiero herir susceptibilidades (mi vida me gusta!). Durante estos últimos años hemos visto como cientos de personas se quedaban con lo puesto, embargados, sin apenas ingresos. La situación se vuelve dramática cuando se trata de una familia con hijos. Siempre he pensado que puedo comer patatas cocidas todos los días,  pero un niño no. Y mientras tenga una tira de tierra para plantarlas, nadie será mi dueño.

La libertad que da el no tener nada es de las sensaciones más plenas que he podido experimentar hasta ahora.