viernes, 29 de abril de 2011

Verano

Trocito de verano dunar
Polillas y demás insectos sobrevolaban los campos de maíz; el sol que bajaba cada vez más rápido para acostarse en el mar, los convertía en diminutas y rápidas luminescencias.

Con la mesa ya puesta en el porche  me dirigí hacia el camino a recoger milenrama para espantar a los mosquitos que se acercarían atraídos por la luz de las lámparas de queroseno.
Me acompañó Can dando saltos a mí alrededor y moviendo el rabo desenfrenadamente ante la expectación de un paseo.
-         No vamos a pasear ahora- le dije para que se tranquilizara sabiendo que era inútil

Al llegar al camino de tierra y arena oí como un fuerte ruido ratatatatata se acercaba a mi cabeza, vi una mancha negra acercarse por el rabillo del ojo. Como un acto reflejo me agaché y vi pasar dignamente a mi lado a una vacaloura, con esa manera tan aparatosa que tienen de volar, totalmente en vertical y con las alas abiertas en la mitad inferior de su cuerpecito rechoncho. El aterrizaje en el viejo tilo no fue mucho más elegante, ya que chocó contra el tronco y cayó al suelo. En ese momento Can intentó acercarse para olerlo (y seguramente probarlo) pero lo agarré fuertemente de los pliegues de piel que se le forman en el cuello y de un tirón conseguí, no sin esfuerzo, frenarlo. Ya bastantes pocos nos quedan, para que aún encima éste, acabe entre las mandíbulas de un perro.

Iba descalza y ya tenía los pies completamente llenos de polvo, las piedrecillas de grava que inútilmente habían echado el año anterior se me iban clavando en las plantas. La duna no perdona, y por mucha grava que se eche, va a acabar devorando los caminos y las pequeñas casas centenarias que salpican el arenal.
Cada vez había menos luz y ya se empezaban a dejar ver los pequeños murciélagos revoloteando sin control, engullendo polillas y mosquitos vorazmente. Me acordé de cómo de niña los cazaba. Me saqué la camiseta, que por suerte para la ocasión era blanca, y empecé a agitarla suavemente mientras me acercaba a uno de esos pequeños mamíferos que tenía a escasos cinco metros de mí. En unos segundos, zas! se enganchó. Siempre me ha llamado la atención lo fácil que es cazarlos… abrí la camiseta y allí estaba, agarrado fuertemente a la tela, levantando la cabecita. Me recordó a, dios me perdone, un recién nacido que colocado boca abajo intenta a duras penas incorporarse para ver a su alrededor… Can intentaba por todos los medios acercar su hocico a este nuevo tesoro que guardaba entre las manos, pero lo aparté con la pierna. Y ahora qué, pequeño zorro? Que hacemos contigo? Escalé un poste del teléfono de hormigón que había al lado del camino y lo coloqué con mucho cuidado y sin tocarlo, en la hornacina más alta que pude. La última vez que cogí un murciélago me mordió y tuve que vacunarme de la antitetánica.

En lo alto del poste fui consciente de lo que había estado escuchando todo el día, un sonido tan ensordecedor que se había vuelto inaudible, las cigarras. Estridentes, molestas, ruidosas… De niña llegué a coger cariño a una pobre cigarra que se había quedado dormida y no despertaba. Todos los días iba a verla al lavadero donde estaba, y siempre en la misma posición, sin moverse un centímetro. Mas tarde supe que aquello no era una cigarra, era la “ropa vieja” endurecida de la que se deshacen las cigarras tras la muda con la que se convierten de ninfas a adultas.
De un salto bajé del poste y me acerqué a un matojo de milenrama que había al lado del camino. Estaba lleno de polvo de las roderas. Saqué un pequeño cuchillo que llevaba en el bolsillo y corté unas cuantas. Las sacudí para sacarles el polvo y volví a casa.

jueves, 28 de abril de 2011

Allí quiero quedarme

Poco a poco y distraídamente iba despojando de corteza el leño que tenía sujeto entre las rodillas, tira a tira iba mondando el trozo blanco de abedul. Ensimismada en lo profundo de sus pensamientos lo último que deseaba era que alguien la arrancase de ese letargo mental. Una buena manera de evadirse de la dolorosa realidad era dejar la mente en blanco y sumergirse en la nada y con la ayuda del fuego, hipnótico y cálido.
Eran las cinco de la mañana y el resto yacían sobre la arena, dentro de sus sacos de dormir. Se sintió sola. Palpó la espalda de Mario y notó como su saco estaba completamente mojado por el rocío, entonces arrojó el tronco que momentos antes había estado despellejando a la hoguera y removió los rescoldos para que el oxígeno entrara y avivara el fuego. 

Oía las pequeñas olas que rompían en la orilla, la marea estaba muy baja debido a la gran luna llena que los estuvo acompañando esa noche. No era una noche diferente a otras muchas de ese verano, pero ella se sentía diferente.
Entonces se levantó del sitio que había estado ocupando toda la noche, notó como el viento soplaba levemente a sus espaldas. Aún así decidió darse un baño. Se quitó el suéter de lana, la camiseta, los pantalones, y por último la ropa interior. Cogió una toalla del montón que había sobre la nevera portátil y fue corriendo hacia la orilla. Cuando llegó a esa línea que divide la arena seca de la húmeda tiró la toalla al suelo y se acercó despacio a la mar. En el momento en que una ola rompió a sus pies, mojándola, notó con alivio que el agua estaba tibia. La única luz que había era la tenue luz de la Luna, suficiente para darse un baño y nadar un rato. Empezó a caminar mar a dentro levantando los pies, chapoteando, y descubrió entonces como miles de burbujas verdes fluorescentes la seguían como la estela de un cometa celeste. Introdujo la mano en el agua y la agitó creando más burbujas luminescentes. “Fósforo!”. Hacía tantos años que no veía ese fenómeno tan hermoso que una carcajada involuntaria salió de lo profundo de su garganta. Se echó a nadar jugando con su nueva y brillante distracción. Nadar en la noche, en una playa en la que no hay cerca una carretera o una casa que puedan manchar con su luz esa opacidad atercipoelada es una sensación única. Se giró, se puso boca arriba en horizontal, tensó el cuerpo y acostada en la superficie del mar, se dejó mecer por las leves olas. En una posición que más bien recordaba a un cristo se dejó ir, volando. Porque nadar es la única manera que tiene el ser humano de volar.

Abrió los ojos y vio que el cielo había cambiado de negro a azul, solo habían pasado unos minutos, pero el sol ya amenazaba con romper la fascinación en la que se encontraba inmersa. Notó como la mandíbula tomaba vida propia y le castañeteaban los dientes. "Va siendo hora de salir". Se acercó nadando hacia la orilla. Salió del agua y mientras se acercaba a la toalla, que ahora si veía formando un montículo, iba retorciéndose la melena para quitar el exceso de humedad.

miércoles, 27 de abril de 2011

Sombras

Abrió los ojos con ayuda de un leve resplandor que se filtraba entre las lamas de la veneciana. Notó como su cara, sus orejas y parte de sus hombros estaban congelados. Intentó taparse un poco, y por más que tiraba inútilmente de las sábanas, éstas estaban enmarañadas y no se movían. Se incorporó unos centímetros para echar una ojeada y vio las mantas tiradas por el suelo de la habitación. El esfuerzo de agacharse a recogerlas no compensaba. Le dolía la cabeza y todo giraba a su alrededor pero algunos flashes de la noche anterior venían a su cabeza. De repente un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo, salió de la planta de sus pies y desembocó en el corazón. El estómago le vibró y le hizo suspirar. Era ella dedicándole una sonrisa desde el otro lado de la barra. Era ella alzándole la copa  a modo de saludo. Ella caminando, ella riendo, ella bailando, ella bebiendo…

Entonces una horrible ansiedad se apoderó de lo mas hondo de su ser, la amargura, las palpitaciones, y un “no, no, no” salió de su boca. Era ella, que ni siquiera sabía que existía. Era ella que lo miraba altivamente desde sus tacones, como quien mira una cucaracha. Era ella que siempre se agarraba del brazo de hombres que estaban a años luz de un tipo como él. Ella estaba a años luz  de un tipo como él. Pero el seguía  con sus ensoñaciones, se veía besándola, cogiendo su mano entre las suyas… alimentaba esas ilusiones a sabiendas de lo nocivas que eran para su propia felicidad, pero era la única manera que tenía para sentirla cerca.

Night Shadows. Edward Hopper, 1921
A veces tenía ganas de rodear con sus manos su frágil cuello, apretar y apretar hasta acabar así con ella y con el sufrimiento propio. Otras veces se veía a si mismo apretando una cuchilla contra su antebrazo haciendo así fluir a caudales lo poco que sentía le quedaba de vida, no sin antes dejar una nota culpándola de su triste final, así también se vengaría de sus desprecios. El  siempre se había recreado en su desgracia, le encantaba regodearse en su amargura, nunca había hecho nada para cambiar el orden de las cosas, luchar para conseguirla. Una pieza de caza mayor como aquella no se conseguía mirando desde los matorrales, era necesario apuntar y ser preciso… pero a él le faltaba valor. Prefería morir en el fango y en el olvido antes que ser rechazado.

Ella vulnerable, innumerables veces la siguió a casa de madrugada, escondido entre las sombras perdonándole la vida. En medio segundo podría haberla tomado en una esquina y después robarle el aliento. Cuantas veces ella debería estarle agradecida? y ni siquiera sabía de su existencia... te estoy salvando la vida y ni me conoces, se repetía una y otra vez...

martes, 26 de abril de 2011

Aquellos días

A veces la distancia hace que las cosas que vivimos hace años nosotros mismos nos parezcan ajenas y pierden la confidencialidad, como los archivos gubernamentales. Hace mucho escribí esto, con la letra torcida debido a unas copas de mas, las altas horas y, supongo, la pena. Registrar nuestros sentimientos, y leerlos años mas tarde, nos vale para conocernos mejor a nosotros mismos. A veces tenemos la sensación que somos como somos debido a la situación actual, pero un día descubrimos de mala gana que siempre fuimos así, que es nuestro caracter, grabado a fuego en los genes. Ahí va para quien lo quiera leer:

"Espero frente al espejo del baño que mi gesto cambie. Dedicarme una sonrisa, tener la esperanza de que hoy voy a tener un buen día, respirar hondo y sentir como la vida entra en mis pulmones... Pero me observo, derrotada por el cansancio nada mas levantarme. Las ojeras me llegan a la boca, tengo los labios hinchados y los ojos vidriosos. Jugamos a ser bohemios, emulamos a los que estudiamos en la facultad, pero yo no quiero acabar como Vincent pegándome un tiro en medio de un campo de millo. Creo que hoy no tendré fuerzas para mirar hacia delante. Me duele el estómago y no puedo pensar en otra cosa que no seas tú. Saldré a buscarte en cuanto caiga la noche, por esas calles que huelen a orina y alcohol con el pretexto de pasarlo bien, pero lo que haré será buscarte en los bares, entre la gente, en los grupos bajo las farolas. Donde estás? te he perdido de todo? te he perdido? Anoche bajamos descalzas las escaleras del arco de Xelmirez, corriendo por la plaza, riendo y gritando con la botella medio vacía, pero yo, con ojos de ave nocturna solo para encontrarte. Soy como una rata que corre ágil por las alcantarillas siguiendo tu rastro. Donde te has metido? He quedado rezagada pero casi te observo en la distancia. Te veo desaparecer. Casi te he tocado... casi...
Y me repito, ya nunca volveré a mirar atrás, porque YO en mi interior se que jamás serán las cosas como eran antes, y si algún día vuelve el pasado a mi mente no me llenaré de nostalgia, pero tu recuerdo no me deja, se presentan los fantasmas del pasado y se quedan a vivir conmigo por mas que les digo que aquí no cabemos todos. Les da igual. Y me digo a mi misma que son imaginaciones, pero solo tengo que abrir los ojos, mirar al frente y ahí están, entre la gente, observando todos mis movimientos y reprochándomelos"

Oídos sordos



El camarero dejó el café y el bollo de canela al lado del periódico que estaba leyendo. Sin dudar un momento, ni levantar la vista de los titulares, cogí la taza humeante y me la llevé a la boca. Al momento noté como el líquido me quemaba, y ese dolor molesto y agudo que suele acompañar todo el día, tomó forma en mi boca. Le dije templado!

sábado, 16 de abril de 2011

Lo nuestro

Ciega de nuca de nacimiento no te veía allá atrás, aunque tampoco me hacía falta, siempre me desbordó la imaginación, y para entronizar a quien me gusta tengo una habilidad asombrosa. Con los 21 recién estrenados, tenía la lengua muy larga, pero cuando te tenía enfrente enmudecía, me volvía una niña modosa y tomatosa.

Nosotros (2001)
Y esperé… esperé por ti porque estaba convencida que la dejarías pronto (y me tenían por loca).  No sabías ni que existía, era una cabeza rubia más entre la multitud. Pero yo ya tenía montada la película en mi mente atolondrada. Disponía de todo el tiempo del mundo para esperarte. Todas las semanas preguntaba a amigos comunes si ya la habías dejado. Hasta que lo hiciste.

Entonces me hice ver y te robé un beso en plena calle.

Puse en marcha mi plan, el resultado del proyecto era hacer que me quisieras, para mi no existía la posibilidad de fracaso, no la incluí en la baraja.
Te seguía por la calle y hacía que nos encontráramos,  me metí en tu vida insistentemente, me volví buena e hice caligrafía, aprendí a sentarme con las rodillas bien juntas y la espalda recta, a hablar en voz baja y a hacer bizcochos. Dejé de morderme las uñas y de meter el pelo detrás de la oreja. Solo quería que me quisieras como yo te quería a ti y que sufrieras como sufría yo cuando no estábamos juntos.

Y me salió bien. Dentro de nada 11 años. Y te quiero. Y me haces muy feliz. Todos los días desde que te conozco me siento afortunada de compartir mi vida contigo, de despertar a tu lado y disfrutar de este pequeño reino que tenemos montado, porque no necesitamos nada mas, solo tú y yo.

Me  alegro muchísimo que suspendieras Arte del Renacimiento y tuvieras que repetir ese curso en mi clase. Porque nos conocimos y porque Mantenga a tu lado me parecía una juerga de fuegos artificiales y el San Sebastián asaetado una gogó.

viernes, 15 de abril de 2011

obstinación, tozudez, machaconería, terquedad, empecimaniento, ofuscación, insistencia...





La amazona herida. Franz Von Stuck, 1903
   





















A veces  me enfundo en mi coraza de cruzada y cabalgo
respiro hondo para limpiar mi mente, para fijarla en la meta,
trazo una línea recta y enfilo hacia la diana con la cerbatana a punto.

A veces viene una brisa, y aunque leve, mueve mi trayectoria.
Eso no suele pasar, porque terca soy un rato, y a fuerza de querer, puedo.
Y aunque realmente no pueda, modifico la situación  del objetivo y me engaño a mi misma, lo que antes era A ahora es A´ pero me sirve.

viernes, 8 de abril de 2011

De repente

Música. Franz Von Stuck
…y así, de repente llegó, como uno de esos golpes de aire que se llevan los sombreros de los caminantes, esos que los hacen saltar de las cabezas aterrizando a escasos metros del individuo y, cuando éste se dispone a recogerlo del suelo,  vuelve a darle remonte al chapeo, haciendo correr a la pobre víctima tras él.

Si, llegó así, desmontando todo a su paso, revolviendo las costumbres, enmarañando delicadamente nuestras vidas, de una manera tan cautivadora que no fuimos conscientes hasta que se fue, de lo difícil que nos iba a resultar desenredarlas.

Se hizo imprescindible sin que lo notáramos, nos hizo vibrar recordándonos que todavía estamos vivos, mostrándonos los colores de las cosas como si nos descubriera el technicolor tras una larga, triste e inconsciente etapa en blanco y negro.

Nos mostró el olor de las flores, que ya teníamos olvidado; el tacto de la tierra mojada; el parpadeo de las luces de la ciudad en las noches calurosas de agosto, que, según decía, no era muy diferente del oscilar de las estrellas.

Aprendimos a valorar los momentos felices, aunque fueran un instante; la confianza que se gesta con la fraternidad, y sobretodo, la certeza, la fe, que quedó tatuada en nuestros corazones, que mientras estuviera ahí, no volveríamos a estar solos y desamparados.

Nos dejó el reflejo de la vida en los ríos remansados y nos enseñó las similitudes entre los pequeños zapateros y nosotros: unas leves gotas de aceite los mantienen livianos sobre el agua, sutiles, etéreos, pero muy vulnerables a las criaturas subacuáticas.

Nos enseñó a mirar de frente al viento, levantar la cara con arrogancia hacia el sol y respirar profundamente, porque, decía, esa es la única manera que tu corazón sonría y la vida brote por todos los poros de la piel.   

Pero se fue, como llegó, de una manera fugaz y traumática. Dejándonos abandonados, solos… pero, eso si, un poco mas sabios. Con una perspectiva de la vida diferente.
Ahora oímos las hojas de los arboles desprenderse y caer, disfrutamos de los diferentes matices que la luz proyecta contra el suelo cuando se cuela entre las agujas de los pinos, nos sentimos dichosos por percibir como el mar arrastra los granos de arena en la orilla y disfrutarlo como un espectáculo…  

miércoles, 6 de abril de 2011

No son horas

Si te dicen que caí,
y es verdad, y es verdad
no sientas ni un segundo más
de lástima por mí
que me voy a levantar
y sí te falta una imagen
quiero que me recuerdes así
con el viento en las velas


Si te dicen que duermo de día
y es verdad, es verdad
no te olvides que soy grande
porque tengo multitudes
que me esperan afuera
y si te faltó ternura
o la vida te hizo dura
quiero que me perdones.
No tengo los pies en la tierra
me perdí la realidad
me olvidé de los amigos
me olvidé de los demás
reconozco haber perdido
sintonía alguna vez
pero no te dejé de querer
sigo siendo un varón tierno
que quiere seguir de pie
pero te espero.
No son horas de reírse
no son horas de olvidar
hiciste lo que quisiste de verdad


Si te dicen duermo de día
es verdad, es verdad
no te olvides que soy grande
porque tengo multitudes
que me esperan afuera 

(A. Calamaro)

sábado, 2 de abril de 2011

Profundamente intrinseco

Una mirada nos llega para comunicarnos. A veces un gesto involuntario e imperceptible para los demás a mi me dice muchas cosas. Una pequeña arruga en la comisura de los labios me cuenta que te está molestando lo que estoy haciendo. Cuando cojo el móvil para llamarte suena, y eres tú. Me contestas a preguntas que no te hago, pero que tenía intención de hacerte. A veces llegamos a casa cantando la misma canción, sin haber estado juntos en todo el día.

Lo bien que encaja mi cabeza en tu hombro, la simetría de nuestra actitud… no se puede ser tan diferente y tan igual a la vez.  No se en que momento, además de amigo, amante, familia, te has convertido en parte esencial de mi.