miércoles, 27 de abril de 2011

Sombras

Abrió los ojos con ayuda de un leve resplandor que se filtraba entre las lamas de la veneciana. Notó como su cara, sus orejas y parte de sus hombros estaban congelados. Intentó taparse un poco, y por más que tiraba inútilmente de las sábanas, éstas estaban enmarañadas y no se movían. Se incorporó unos centímetros para echar una ojeada y vio las mantas tiradas por el suelo de la habitación. El esfuerzo de agacharse a recogerlas no compensaba. Le dolía la cabeza y todo giraba a su alrededor pero algunos flashes de la noche anterior venían a su cabeza. De repente un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo, salió de la planta de sus pies y desembocó en el corazón. El estómago le vibró y le hizo suspirar. Era ella dedicándole una sonrisa desde el otro lado de la barra. Era ella alzándole la copa  a modo de saludo. Ella caminando, ella riendo, ella bailando, ella bebiendo…

Entonces una horrible ansiedad se apoderó de lo mas hondo de su ser, la amargura, las palpitaciones, y un “no, no, no” salió de su boca. Era ella, que ni siquiera sabía que existía. Era ella que lo miraba altivamente desde sus tacones, como quien mira una cucaracha. Era ella que siempre se agarraba del brazo de hombres que estaban a años luz de un tipo como él. Ella estaba a años luz  de un tipo como él. Pero el seguía  con sus ensoñaciones, se veía besándola, cogiendo su mano entre las suyas… alimentaba esas ilusiones a sabiendas de lo nocivas que eran para su propia felicidad, pero era la única manera que tenía para sentirla cerca.

Night Shadows. Edward Hopper, 1921
A veces tenía ganas de rodear con sus manos su frágil cuello, apretar y apretar hasta acabar así con ella y con el sufrimiento propio. Otras veces se veía a si mismo apretando una cuchilla contra su antebrazo haciendo así fluir a caudales lo poco que sentía le quedaba de vida, no sin antes dejar una nota culpándola de su triste final, así también se vengaría de sus desprecios. El  siempre se había recreado en su desgracia, le encantaba regodearse en su amargura, nunca había hecho nada para cambiar el orden de las cosas, luchar para conseguirla. Una pieza de caza mayor como aquella no se conseguía mirando desde los matorrales, era necesario apuntar y ser preciso… pero a él le faltaba valor. Prefería morir en el fango y en el olvido antes que ser rechazado.

Ella vulnerable, innumerables veces la siguió a casa de madrugada, escondido entre las sombras perdonándole la vida. En medio segundo podría haberla tomado en una esquina y después robarle el aliento. Cuantas veces ella debería estarle agradecida? y ni siquiera sabía de su existencia... te estoy salvando la vida y ni me conoces, se repetía una y otra vez...