miércoles, 29 de diciembre de 2010

El bar en el que estaban todos muertos o como nos fuimos by the patilla


Hace unos años nos fuimos a pasar la Semana Santa a Bilbao y la verdad es que nos lo pasamos teta. Caeré en los convencionalismos típicos de que la gente es maravillosa, la comida es espectacular y los paisajes son de cuento, pero en este caso, así me caiga una caca de gaviota en el cogote cuando ponga los pies en la calle mañana a primerísima hora que es verdad de la buena.  
Jack Torrance con su camarero fantasma
Uno de los días, el sábado, decidimos ir en coche de Bilbao a Donosti dando toda la vuelta por la costa, parando a comer, a conocer algún que otro pueblo, lo típico. Esa mañana nos levantamos muy temprano, tanto que no teníamos ni ganas de desayunar, así que, decidimos parar por el camino en cualquier bar al lado de la carretera. Parecía increíble, pero no encontramos ni un solo bar abierto, los pocos que había estaban cerrados a cal y canto. Entonces, de camino, a mano izquierda, descolgado frente a un acantilado de esos tan bonitos que hay por la costa cantábrica adelante, lo vimos. 
Era un edificio de planta baja, color rosa, formado por dos locales. Uno de ellos estaba abandonado, con las ventanas y puertas tapiadas con chapa. Los toldos eran de esos rígidos que no se recogen nunca, ya solo les quedaba el armazón, la lona estaba hecha jirones que ondulaban como banderillas. El local de al lado si estaba abierto, tenía el cartel de marisquería con el rótulo de cocacola, y la verdad, si no fuera porque me moría con el hambre no hubiera entrado allí jamás. Cuando abrí la puerta y puse un pie dentro del local ya me estaba arrepintiendo, la suela de mi bota se quedó pegada al puto suelo.
El interior del local no era mejor que el exterior, la fachada  que daba al acantilado tenía unos vidrios enormes que ocupaban toda la pared. Fue entonces cuando reparé que era un edificio de madera, de estrechos listones pintados con pintura plástica. Estaba lleno de pequeñas mesas para cuatro, con hules de cuadros rojos y blancos y unos pequeños jarrones con flores de plástico en el centro. A mi me recordaron a los jarrones de las tumbas que nadie va a visitar. 
En una de las mesas del fondo, al lado de la ventana, había una señora con el pelo blanco, y muy maquillada, entradita en carnes y en años. Tenía ante si una copa llena de agua y ni nos miró al entrar. Estaba mirando el mar tiesa como un palo y sin parpadear.
Había un olor a fritanga asqueroso y el suelo estaba como si llevaran una semana sin barrer.
En la barra había un camarero que era una mezcla entre Cantinflas y Cañita Brava, vestido con uno de esos uniformes anacrónicos con pajarita y camisa cruzada blanca. La verdad es que nos atendió con mala cara, como si molestáramos y no nos dirigió la palabra. Le pedimos dos cafés con leche. Carlos fue al baño y yo me quedé sentada en la barra, se me revolvió el estómago cuando vi que entre el expositor de comida vacío y el borde de la barra con una moldura de tope había una cantidad de grasa y porquería que ni con las mezclas de zorca, lejía y amoniaco de mi madre saldría (rasqueta incluida).  El camarero puso los cafés en un equilibrio inestable encima del expositor de vidrio… cuando veo que la taza y el plato de los cafés son de color castaño oscuro por poco me da un chungo. El caso es que, yo, mi café, ni lo toqué… y menos después de ver la cucharilla llena de mierda.
A todo esto, el bar estaba en completo silencio hasta que un camionero que había aparcado minutos antes, entró en el bar y empezó a hacer sonar la tragaperras. Parezco una exagerada pero de verdad que el sitio metía pánico, yo también me estaba meando pero no me atreví a ir al baño. Solo quería irme de allí. La vieja disecada, la mierda por todas partes, el olor a fritanga, el camarero diabólico…
Cuando salimos del bar nos subimos en el coche y salimos pitando. Estuvimos en silencio un buen rato hasta que comentamos la jugada y los dos llegamos a la conclusión única y verdadera de que estaban todos muertos, eran fantasmas de otro tiempo y seguramente el bar-marisquería llevaría cerrado mucho tiempo.
A veces lo recordamos y siempre decimos que tenemos que volver, a ver como sigue, si está cerrado o si la señora sigue con su copa enorme llena de agua.

4 comentarios:

Miss Amanda Jones dijo...

Grandísima historia. Podías hacer un corto o un comic, o algo!

pinkmist dijo...

no veas que canguelo!

Anónimo dijo...

a mi se me ocurrio hacer un "sinpa" pero lo pense mejor, si realmente estaban muertos no iba a poder escapar de ellos nunca mas...

pinkmist dijo...

muy fan del señor king eres tú me parece a mi