jueves, 2 de junio de 2011

“Sí, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.”

Hopper. The Long Leg (1935)
Si algo tiene de bueno el no querer formar una familia tradicional, no tener propiedades (entiéndase inmuebles,  y muebles pocos y prescindibles), es que en cualquier momento, cuando tu vida no te guste, o te vaya algo mal, puedes reconfigurarla como te plazca. Como cuando deshaces un lego para volver a construir. Otra ventaja esta en que no tienes porqué dar importancia a las clásicas amenazas laborales ni a las presiones trabajiles. Y no es que esté falta de ambición, es que yo soy feliz con muy poco. Quien me conoce, lo sabe, y quien no me conoce y me lee, también. Una vez, alguien me contó, que para trabajar en unos grandes almacenes de sobra conocidos por todos, es necesario estar hipotecado. No es requisito indispensable, pero se valoraba muy positivamente. Imaginemos porqué.

Me gusta pensar que si algo va mal solo tengo que meter una maleta en el coche y buscarme la vida en otro sitio, hablo figuradamente, que no quiero herir susceptibilidades (mi vida me gusta!). Durante estos últimos años hemos visto como cientos de personas se quedaban con lo puesto, embargados, sin apenas ingresos. La situación se vuelve dramática cuando se trata de una familia con hijos. Siempre he pensado que puedo comer patatas cocidas todos los días,  pero un niño no. Y mientras tenga una tira de tierra para plantarlas, nadie será mi dueño.

La libertad que da el no tener nada es de las sensaciones más plenas que he podido experimentar hasta ahora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí,yo muchas veces pienso que es increíble que lo poco que tengo me haga tan feliz.Me encanta esta vida minimalista del menos es más. :)

-hoochie-