sábado, 14 de mayo de 2011

Ese Vigo que yo veo

Hace cinco años que me vine a vivir a Cangas, pero desde que lo hice trabajo en la ciudad que veo desde mi ventana todos los días mientras desayuno: Vigo.
Mausoleo García Barbón
Vivo con un mestizo viguésmorracense y me sirvió de guía durante los primeros meses que pasé aquí, precisamente en Vigo, en el barrio de Coia. Un día, después de mucho insistir me llevó al cementerio de Pereiró a ver los panteones de los ciudadanos ilustres. Es un cementerio de finales del siglo XIX en el que sobre todos los estilos artísticos prima el tardorromanticismo y el modernismo. Son obras de gran calidad artística, escultórica y arquitectónica. Un paseo por Pereiró, dejando los tabúes atávicos colgados en la verja del cementerio, nos transportará a otra época en la que los hombres llevaban levita y las mujeres faldas con miriñaque.  Si un panteón me impresionó sobre los demás fue el del alcalde y benefactor de la ciudad José García Barbón (muerto en 1909), cargado de simbología masónica. Un enorme obelisco granitico construido sobre una cripta de bóveda de cañón acasetonada en la que hay esculpida una estrella dentro de cada casetón. Y ya no me lío que analizar arquitectura es algo que me pierde. Pero bien es cierto que la ciudad de los muertos se encuentra en mejor estado de conservación que la de los vivos.

Luego vino el paseo por el ensanche del XIX, la zona comprendida entre la calle Venezuela y el puerto. Enormes fachadas de granito, de cinco o seis alturas compitiendo entre ellas en belleza. Embozadas en un modernismo de cantería al que yo no estaba acostumbrada (en Ferrolterra la decoración modernista se reserva a las casas de indianos y está elaborada a base de moldes de cemento). Delicados motivos geométricos enmarcando las puertas de acceso, rejerías vegetales en los balcones... pero desgraciadamente, la mayoría de estos edificios estaban arruinados, envueltos en verdes mallas protectoras, como si aquellos que los habitaron hacía cien años y ahora habitaban Pereiró, fueran los ultimos en asomarse a sus balcones. Un Vigo decrépito y arruinado que me indignó profundamente. Afortunadamente, estos últimos años se han ido rehabilitando un gran número de inmuebles del ensanche, pero la asignatura pendiente, y yo creo que mas nos preocupa a todos, es el Casco Vello. Las edificaciones construidas por la gente del mar, las calles torcidas y orgánicas que conforman la zona de Pobladores, Elduayen, Placer, El Berbés, etc, esperan durmiendo que un presupuesto caído del ministerio los saque de la decadencia.

Pero arquitecturas a un lado, el Vigo que me enamora, es el Vigo a trocitos. Sos trocitos que configuran un Vigo con historia, un Vigo conformado sobretodo por gente. Ese Vigo que sobrevivió a estos últimos 20 años y sigue ahí.

El Vigo de la mañana, cuando en Samaniego me regalan un pastel con el café para llevar porque estoy muy flaca, y donde cuidadosamente me envuelven el vaso en papel para que no me queme; la panadería Tahona que cuando me ven por la puerta ya sacan una barra y media de la cesta del pan, el Orly en la Falperra, donde Clara y Raúl me ponían un buen pedazo de leche frita con el café... 

Bar Puerto
El Vigo del mediodía, sus olores a cocina, el charloteo de las mesas sale a la calle, restaurantes como el Bar Puerto,  una tasca de toda la vida de cuya puerta sale olor a marisco y donde compartes mesa con desconocidos; el Berbés que huele a cocido, con sus mesas y sillas de colegio antiguo vestidas con manteles rojos y blancos de cuadros vichy bajo los soportales; la plaza de La Piedra con las pulpeiras-ostreiras; los turistas con grandes fuentes de percebes, centollas, navajas, y empachados de Albariño; la estrechísima calle Manuel Nuñez, empinada como todas, y más, con sus tascas de menús por 6 euros en las que comes de puchero y siempre hay alguien para dar conversación.

El Vigo de la tarde, a la hora de salir del trabajo, terrazas  para tomar una cerveza sobran, sobretodo en la zona entre la plaza de Compostela y la plaza de la Constitución donde nos encanta sentarnos y ver como la sombra avanza hacia nosotros, cuando llega es la hora de partir.

El Vigo nocturno, el Uf con sus lámparas de vidrio soplado, sus libros, sus juegos; el Mais palá, la calle Churruca...

Bueno, que esta mañana hemos sacado el tema de si Vigo mola o no, y esto es lo que pienso yo de Vigo... otro día hablaré de lo que pienso de la veintena de indigentes que mueren de frío cada invierno por la falta de un albergue, las prostitutas de la zona portuaria, el urbanismo inhumano, los rellenos en la ría, la masificación en las playas, la prepotencia del vigués que visita el morrazo todos los veranos, etc.

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